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Nostalgia, complejidad, angustia y de nuevo nostalgia

Hace ya algunos años (15) presenté y publicaron un ensayo sobre la diversidad de variables que condicionan y moldean la persona que somos y como ser de otra manera hubiera sido posible, pero bastante improbable (el ensayo completo: un niño normal). Este ensayo contiene las que a mí juicio eran las variables más significativas en la conformación de la, por aquel entonces, la persona que era (o mejor, se comportaba).

Más adelante descubrí al Teoría de la Identidad Social (Tujfel y Turner, 1979: más info para ampliar sobre la TIS: Teoría identidad social) que medio en broma o medio en serio digo que cambió mi vida. Y de hecho algo cambió puesto que me facilitó comprender el porqué y el para qué de muchos de mis comportamientos sociales y, de esta manera, es más sencillo para mí aceptar las consecuencias de esas maneras de hacer, decisiones tomadas y vidas vividas (toma recurso).


La evidencia, desde mi óptica, es que no encajo, que no tengo nada que ver con mi entorno y que me siento casi "condenado" a estar aquí por, también, una serie de decisiones (y por esto mismo no es una condena sino una elección).

La cosa es que quiero a mis amigos. Lo que no tengo tan claro es si todas esas personas a las que quiero pueden ser definidas como amigos, pero este sería otro tema. Lo que sí es este tema es que no comporto nada con la mayoría de ellos: no tenemos el mismo modelo de mundo, no compartimos ideología política,valores y/o moral, no nos gustan las mismas actividades, no compartimos creencias religiosas ni de algún otro tipo cultural, no me atraen ni participo en los ritos culturales de nuestra comunidad, o al menos no con la misma intensidad e implicación. Ahora tampoco vivimos en la misma localidad (aunque muy cerca). Es altamente improbable que lean este texto, y más improbable que lo comprendan (no me refiero a nivel de vocabulario ni mucho menos, sino del significado que para mí tiene), que me comprendan, que los comprenda (aunque creo que si que los comprendo).

No hablo de mantener conversaciones profundas, trascendentales o innecesariamente técnicas sobre cualquier punto. Hablo de no sentirme un bicho rarito en medio de los míos. Porque para poder mantener una conversación de este tipo tengo que recurrir al teléfono o esperar la oportunidad de encontrarme con alguna de las personas que viven lejos con las que si que comparto, al menos parte, de lo escrito apenas un párrafo más arriba.

Y aún así, aún con todo esto, vivo sumergido (últimamente, pero casi como modelo recurrente) en la más profunda nostalgia. Nostalgia de lo que no fue, porque lo que fue tampoco es que fuera gran cosa. Nostalgia que llega al punto de ahogarme de manera literal, me cuesta respirar e incluso llorar. Nostalgia de la que sólo puedo liberarme de manera inmediata pero momentánea a través del llanto, los gritos, el cansancio extremo o el aislamiento. Llanto que oculto, reprimo y niego hasta que no me siento capaz de soportarlo más y que, por tanto, mientras lo niego y escondo aumenta mi sensación de ahogo y, con ello, de frustración, tristeza y miedo. Hasta que de repente no me queda otra que dejarlo fluir y dejar que las lágrimas escapen y dejen espacio libre para las que vendrán. A veces basta con una (o diez encadenadas) melodía. Otras es suficiente con una persona que no está, ni estaba, ni estará más que esos minutos (u horas) para tomar conciencia, de nuevo, de lo que no es, ni fue, ni será, y que por eso mismo me gustaría que fuera, al menos hasta tener la oportunidad de darme cuenta de que tampoco es eso lo que necesito. Porque en realidad lo que necesito no está en ningún sitio más que en mí. Pero me da tanto miedo buscar...

Y cada vez son más frecuentes los ataques de nostalgia. Y me asusta. Nostalgia que me llena de angustia y me deja sin apenas poder respirar por unos segundos hasta que el aire vuelve a entrar y salir bruscamente, como si aún no fuera el momento de dejar de funcionar. No sé porqué. En realidad creo que sí se porqué. Siempre lo he sabido.

Según mi idea de nostalgia, se deben cumplir, al menos, dos condiciones para poder estar seguro de que es nostalgia lo que sientes  y no cualquier otra cosa: en primer lugar, la nostalgia es algo así como la añoranza de un pasado mejor. Esta es la primera condición: el pasado era mejor, sea cual fuera aquel pasado. Un pasado mejor implica un presente peor que aquel pasado y la intuición de un futuro también peor, o al menos un futuro (y presente) que no es el que querías/deseabas/esperabas. Un presente peor implica un presente que no te satisface o no imaginabas cuando, de niño, fantaseabas con llegar a ser todo aquello que quisieras. Un presente peor también puede significar que nada ha cambiado y sigues manteniendo todo aquello que, de alguna forma u otra, te disgustaba en aquel pasado, más o menos, lejano. Por lo tanto sólo es posible sentir nostalgia por el pasado, por lo perdido o por lo no ganado.

La segunda condición para poder hablar de nostalgia es la de no poder cambiar esto que te genera nostalgia: el presente es peor que el pasado y por eso añoras el pasado y, además, nada hay que puedas hacer para volver a aquel pasado (obvio) y tampoco hay nada que hacer para convertir este presente en lo que te gustaría que fuera. ¿Nada? nada. Porque un presente que se puede convertir en el futuro que deseas no dejaría lugar a esa angustia en forma de nostalgia que viene a recordarte que, antes o después, esto se acabará y nisiquiera se parece a lo que soñaste alguna vez. La nostalgia aparece para recordarte que no estás donde quieres y, lo que es peor, nunca lo estarás. Y no lo estarás porque ya no se puede. Y sino se puede no es cuestión de querer o no querer. Ahora cambiar implicaría ir aún a peor y sentir nostalgia de la nostalgia que sentías. y ¿entonces?. Entonces nada. La nada más absoluta detrás de la careta que cada lunes te pones para no mostrar la desesperanza y desilusión que están dejando señalada tu expresión y tu manera de moverte.

Y no es que tuvieras sueños locos, imposibles o inverosímiles. Es que nunca tuviste siquiera la osadía de soñar con que la realidad fuera obra tuya. Colocas la felicidad en otros lugares cuando el problema no es el lugar sino lo que haces en cada lugar. Y así la nostalgia mezcla el pasado que fue con el futuro que no será porque crees que no puede ser, porque no puede ser. Ya no puede ser, y no será, porque para que fuera tendrías que dejar de ser. ¿De ser? sí, de ser, porque no veo otra salida.

Y porque todo pasa. Y la nostalgia se va (por unos días al menos) y vuelves a respirar con normalidad mientras agradeces a la vida lo que eres, lo que te rodea, las personas que te rodean. Porque el pasado y el futuro no se puede cambiar: uno porque ya no existe y el otro porque tampoco existe. Pero el presente sí.

Y sé que me está diciendo algo, sé que empieza a gritármelo dada mi aparente sordera ante el mensaje, pero, de momento es mayor el miedo a escucharla que el malestar de no hacerlo. Entretanto sigo divagando acerca del sentido de la vida, de mi vida, y de las decisiones no tomadas. Mientras sucede la vida me pierdo en pasados irreales o directamente falsos y futuros imposibles como forma de no mirar directamente a lo que sea que realmente esté sucediendo. Tanto es así que busco, sobretodo entre la música, la manera de mantenerme en este estado de nostalgia/soledad. Nostalgia, que al menos, me facilita la excusa perfecta para estar como estoy.





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