Mi vida no se parece en nada a ninguna de las vidas que, siendo adolescente, imaginaba poder vivir antes de morir. No se parece en nada y cada día que pasa se aleja aún más de cualquiera de aquellas fantasías adolescentes. Visto desde fuera pudiera parecer una vida, más o menos, decente, cómoda, estable y hasta exitosa, cuando no es más que un conjunto de decisiones equivocadas. Equivocadas no porque no hayan salido bien, sino por todo lo contrario: han salido bien y no eran lo que yo quería. ¿Sino eran lo que querías, por qué las has tomado? Esa es la pregunta del millón de lágrimas: miedo. Podría buscar, y encontrar, decenas de motivos, excusas, razones y justificaciones. Miedo, es la única respuesta a todas y cada una de mis decisiones. Es jodido, una putada, saber que eres el único responsable de la vida de mierda que tienes. Si al menos hubiera algo o alguien a quien culpar, todo sería más fácil. Lo sé porque me pasé media vida culpando a los demás de mis miserias y, al menos,
Confundido con tanta tribu que no sé si soy o no, si quiero o no quiero ser. Y desde esa confusión, desde esta NO identidad, escribo y escribiré lo que me venga en gana. Sin corrección formal, política o cultural. Sin filtros ni delicadeza, sin otra pretensión que escribir por escribir, que no todo es trabajar. Veamos que sucede.