A veces, por unos segundos, tomo la decisión de dejarme llevar, de dejar esta guerra de lado y rendirme a la realidad. Dar por concluida una lucha que, bien mirado, no me lleva a ningún lado más que la desesperación, el agotamiento y la melancolía agónica del que sabe que nunca será lo que no fue ni es. Simplemente porque no puede ser. Pero entonces, las tripas me duelen, como si alguien las estrangulara. Parece que me fuera a marear del asco que siento ante tal posibilidad y, de repente, me encuentro de nuevo en guerra con todo o casi todo lo que me rodea, dispuesto a pegarme con el tiempo que una y otra vez me pone en mi sitio. Me vence, pero también me agota. Y agotado, normalmente, puedo descansar. Y de momento prefiero esta guerra, estar en guerra, aun siendo una condena, que dejarme llevar y ni tan siquiera poder elegir estar donde no quiero estar. Me percibo, entonces, condenado a estar aquí sentado mirando pasar las decisiones no tomadas. Pienso que es mi excusa perfecta, porqu
Confundido con tanta tribu que no sé si soy o no, si quiero o no quiero ser. Y desde esa confusión, desde esta NO identidad, escribo y escribiré lo que me venga en gana. Sin corrección formal, política o cultural. Sin filtros ni delicadeza, sin otra pretensión que escribir por escribir, que no todo es trabajar. Veamos que sucede.